Semana 3: “El cuerpo de Cristo”
Hugo Sandoval, Cayambe, Ecuador
Día 3: “Vida en tiempos bíblicos”
Releamos Hechos 2:42-47. Será necesario entender un poco más sobre los significados de las palabras sumergir, lavar, purificar o bautizar; y cómo estas eran parte importante del judaísmo. Los rituales de purificación judíos (Mikvah) adoptaban dos formas principales para aquel entonces: el Tevilah era una inmersión de cuerpo completo en una mikve (una especie de estanque o cisterna), y el netilat yadayim que era el lavado de manos con una taza.
Esta costumbre remonta muy atrás desde el Sinaí, cuando se encuentra la primera limpieza ceremonial documentada; el Señor le dijo a Moisés “Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana, y haz que laven sus vestidos” (Ex. 19:10). También encontramos el caso de Aarón y sus hijos que fueron lavados antes de ser vestidos con las ropas sacerdotales (Ex. 29:4; 30:19-21; Lv. 8:6).
Una persona ritualmente impura (Lv. 11–15) necesitaba ser lavada ceremonialmente para poder ser acepta ante Dios (Dt. 21:1-9). En algunas ocasiones, se trataba de un lavado general (Lv. 14:8; 15:5; Nm. 19:7-8), dicho lavado se podía realizar en diversos lugares: agua de manantial (Lv. 15:13), un estanque (Jn. 9:7), un río (2 R. 5:10) o el patio de una casa (2 S. 11:2).
Al parecer, existía también una especie de ceremonia de iniciación para incorporar a los gentiles al judaísmo mediante un lavado ritual, muchos prosélitos que adoptaron el judaísmo y sus costumbres eran sumergidas como señal de su nuevo comienzo.
Otro ritual de transición que tenía que ver con un lavado ritual era el Mitzva, cuando se convertían en adultos y alcanzaban la madurez personal frente a su comunidad. A los 13 años todo varón judío adquiría la obligación de observar los mandamientos de la ley, haciéndose responsable de todos ellos, y miembro activo de una sinagoga.
Estos rituales eran parte de sus costumbres y prácticas diarias; ejemplo el lavarse las manos en varias ocasiones, antes y después de comer una comida con pan; al despertar por la mañana; después de usar el baño y antes de la oración. Las rutinas de lavamientos las entendían muy bien, así que no era nada nuevo escuchar a Pedro ordenarles que se bautizaron para el perdón de sus pecados, ser añadidos al cuerpo de Cristo e iniciarse en una nueva comunidad.
Para que ellos entendieran la necesidad de bautizarse, tuvieron que escuchar el mensaje de Pedro invitándoles a cambiar sus vidas, participando del lavamiento; de la misma manera, para que usted tomara la decisión de ser cristiano alguien tuvo que haberle predicado la Palabra. Por lo que, podemos afirmar que esa palabra sigue siendo efectiva actualmente.
Así como ese pueblo esperaba de Dios su misericordia y su gracia en el día de pentecostés, hoy también necesitamos. Este pasaje nos muestra la vida de esos primeros cristianos: una vida de adoración (42), de comunión (44), de servicio, de solidaridad (45-46), de preocupación los unos por los otros; una vida aprobada por la gente de afuera (47).
“Cristo es la cabeza” esta metáfora se usa primeramente en Efesios 1:22-23; este pasaje no solamente enfatiza que Cristo es la cabeza de la iglesia, sino que llegó a ser la cabeza después de su resurrección y exaltación. Al ser parte de su cuerpo debemos estar unidos con Él, además debe haber unidad y cooperación entre los miembros de ese cuerpo, siendo miembros los unos de los otros.
Repasemos, somos parte del cuerpo de Cristo y Él es nuestra cabeza y el Señor de nuestras vidas. Adoramos Juntos, nos servimos los unos a los otros, somos útiles para el cuerpo. Como somos parte de Su cuerpo, debemos estar unidos con Él, debe haber unidad y cooperación entre los miembros de su cuerpo.
Preguntas para reflexionar:
¿Cuán importante es para usted su obediencia?
¿Cuánta bendición hay para alguien que obedece la Palabra de Dios?
¿Cómo mostraron su obediencia en ese día y como lo mostramos nosotros hoy?
¿Estamos dispuestos a dar de lo que tengamos a los demás?